Es el dolmen más espectacular de los existentes en las necrópolis vinculadas al poblado de la Hoya del Conquín. Se trata de una gran tumba megalítica de planta trapezoidal de 3,85 m de longitud, 2,60 m de anchura y 2,20 m de altura y corredor corto (0,80 m). Su interés reside en el amplio esfuerzo realizado para su construcción, pues a las grandes dimensiones de los bloques empleados debemos sumar el hecho de estar excavado en un afloramiento de roca caliza. En 1868 fue estudiado y publicado por M. Góngora con el nombre de Dolmen de las Ascensías; de su interior, utilizado en ese momento de pajar, este investigador recuperó un cráneo. Durante las excavaciones posteriores aportó pocos materiales más: un fragmento de punzón de hueso, restos de un puñal de cobre, algunos fragmentos de cerámica y escasos huesos humanos.

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